viernes, 26 de febrero de 2010

DÍA DE ANDALUCÍA

Hay días que se definen por un concepto, por una idea que queda acuñada en una palabra y que contiene la fuerza y la luz de un mensaje. Esos días forman la historia de los pueblos.

El contenido del 28 de febrero se resume en la palabra autonomía. Esa palabra llevaba adherido un número, 151, que, aunque muchas personas ignoraran su significado jurídico (como artículo de la Constitución), fue la mecha que prendió el ánimo de los andaluces y los lanzó masivamente a la calle y a las urnas. En aquel tiempo de la democracia reciente, el pueblo andaluz había recuperado su voz silenciada durante siglos y había adquirido la costumbre de salir a la calle a mostrarse valiente y sin complejos, ya había ocurrido antes el 4 de diciembre y la política era algo sencillo, natural y cotidiano entonces.

30 años después, la política andaluza está muy lejos de la realidad, los ciudadanos la perciben como algo complejo, artificial y ajeno. Es un ritual velado que requiere necesariamente la participación de los andaluces cada 4 años y que luego se aleja de la vida cotidiana. A los y las andalucistas nos preocupa que la política haya perdido su sentido original de espacio de intermediación y se haya convertido en un problema. Nosotros defendemos la existencia de un sujeto político colectivo, la existencia del pueblo andaluz como mediación entre cada persona individual y el mundo en abstracto. El pueblo andaluz es el sujeto de la política y queremos recuperar esa conexión imprescindible entre ambos.

Por eso a los andalucistas nos preocupa también que la palabra “autonomía” se haya quedado vacía de su contenido original, porque no hay autonomía política para una sociedad si no hay autonomía personal para cada uno de sus miembros. Y hay más de un millón de andaluces que no tienen trabajo, por lo tanto no tienen esa autonomía individual necesaria para sentirse ciudadanos libres. Ese es el contenido de este 28 de febrero, esa es la prioridad. Y, en este caso, hay otra cifra mucho más abultada, más contundente y más dramática: más de un millón de personas.

Ante esta situación no cabe la celebración, no hay mucho que festejar salvo que febrero es el mes más corto del año y los apuros se acaban antes que otros meses.

Pero sí hay algo que recordar: Andalucía tiene voz propia y la alza cuando quiere en la calle y en las urnas. Por mucho que el PSOE esté calladito y resignado, sin hacer ruido, más preocupado por sus cuestiones internas que por nuestra crisis. Por mucho que el PP esté en silencio sobre la crisis y al acecho sobre los votos, más preocupado por ganar las elecciones que por ayudar a resolver nuestros problemas. Nos queda la voz que gritó “Autonomía” por primera vez durante la Transición y esa voz no fue la de ningún partido centralista, esa voz fue andalucista y surgió de la garganta y del corazón de Andalucía.

Hay que recordar también que la autonomía andaluza se acuña el 28 de febrero porque el andalucismo venció el pacto centralista del PSOE y la UCD sellado en la Ley Orgánica de Modalidades de Referéndum y que obligaba a que en cada provincia los votos afirmativos fueran la mitad más uno del censo. Es curioso comprobar, desde la perspectiva que dan 30 años, como ahora al PSOE y al PP les cuesta tanto pactar para resolver el problema del paro y salir de la crisis y como antes les contaba tan poco ponerse de acuerdo para poner trabas y ningunear a Andalucía.

La memoria tiene estas cosas, nos aclara el pasado y nos despeja el futuro.

Pero, aparte de recordar, lo importante de este 28F es proyectar el futuro. Y ahí queremos estar de nuevo los andalucistas. Porque somos personas comprometidas con Andalucía, porque entendemos lo que le pasa al pueblo andaluz, porque tenemos ideas que poner al servicio de nuestra gente, porque tenemos la voz y el coraje necesarios, no abandonamos a los andaluces y sabemos que sólo con el esfuerzo de todos lograremos salir adelante. Nosotros estamos dispuestos, con nosotros se puede contar. Nuestro compromiso con Andalucía está más vigente que nunca y el andalucismo es de nuevo el camino para volver a llenar de contenido la palabra “autonomía”.


Pilar González

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